CLASIFICACIÓN:
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EMOCIONES - CELOS
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AUTOR:
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Matthew Barrie
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EDAD:
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A partir de cuatro años
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WEBGRAFÍA
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http:personales.mundivia.es
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QUE TRABAJAMOS:
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Los celos no traen nada bueno
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Wendy,
Michael y John eran tres hermanos que vivían en las afueras de Londres. Wendy,
la mayor, había contagiado a sus hermanitos su admiración por Peter Pan. Todas
las noches les contaba a sus hermanos las aventuras de Peter.
Una
noche, cuando ya casi dormían, vieron una lucecita moverse por la habitación.
Era
Campanilla, el hada que acompaña siempre a Peter Pan, y el mismísimo Peter.
Éste les propuso viajar con él y con Campanilla al País de Nunca Jamás, donde
vivían los Niños Perdidos...
- Campanilla os ayudará. Basta con que os eche un poco de polvo mágico
para que podáis volar.
Cuando
ya se encontraban cerca del País de Nunca Jamás, Peter les señaló:
- Es el barco del Capitán Garfio. Tened mucho cuidado con él. Hace
tiempo un cocodrilo le devoró la mano y se tragó hasta el reloj. ¡Qué nervioso
se pone ahora Garfio cuando oye un tic-tac!
Campanilla
se sintió celosa de las atenciones que su amigo tenía para con Wendy, así que,
adelantándose, les dijo a los Niños Perdidos que debían disparar una flecha a
un gran pájaro que se acercaba con Peter Pan. La pobre Wendy cayó al suelo,
pero, por fortuna, la flecha no había penetrado en su cuerpo y enseguida se
recuperó del golpe.
Wendy
cuidaba de todos aquellos niños sin madre y, también, claro está de sus
hermanitos y del propio Peter Pan. Procuraban no tropezarse con los terribles
piratas, pero éstos, que ya habían tenido noticias de su llegada al País de
Nunca Jamás, organizaron una emboscada y se llevaron prisioneros a Wendy, a
Michael y a John.
Para que
Peter no pudiera rescatarles, el Capitán Garfio decidió envenenarle, contando
para ello con la ayuda de Campanilla, quien deseaba vengarse del cariño
que Peter sentía hacia Wendy. Garfio aprovechó el momento en que Peter se había
dormido para verter en su vaso unas gotas de un poderosísimo veneno.
Cuando
Peter Pan se despertó y se disponía a beber el agua, Campanilla, arrepentida de
lo que había hecho, se lanzó contra el vaso, aunque no pudo evitar que la
salpicaran unas cuantas gotas del veneno, una cantidad suficiente para matar a
un ser tan diminuto como ella. Una sola cosa podía salvarla: que todos los
niños creyeran en las hadas y en el poder de la fantasía. Y así es como,
gracias a los niños, Campanilla se salvó.
Mientras
tanto, nuestros amiguitos seguían en poder de los piratas. Ya estaban a punto
de ser lanzados por la borda con los brazos atados a la espalda. Parecía que
nada podía salvarles, cuando de repente, oyeron una voz:
- ¡Eh, Capitán Garfio, eres un cobarde! ¡A ver si te atreves conmigo!
Era
Peter Pan que, alertado por Campanilla, había llegado justo a tiempo de
evitarles a sus amigos una muerte cierta. Comenzaron a luchar. De pronto, un
tic-tac muy conocido por Garfio hizo que éste se estremeciera de horror. El
cocodrilo estaba allí y, del susto, el Capitán Garfio dio un traspié y cayó al
mar. Es muy posible que todavía hoy, si viajáis por el mar, podáis ver al
Capitán Garfio nadando desesperadamente, perseguido por el infatigable
cocodrilo.
El resto
de los piratas no tardó en seguir el camino de su capitán y todos acabaron
dándose un saludable baño de agua salada entre las risas de Peter Pan y de los
demás niños.
Ya era
hora de volver al hogar. Peter intentó convencer a sus amigos para que se
quedaran con él en el País de Nunca Jamás, pero los tres niños echaban de menos
a sus padres y deseaban volver, así que Peter les llevó de nuevo a su casa.
- ¡Quédate con nosotros! -pidieron
los niños.
- ¡Volved conmigo a mi país! -les rogó Peter Pan-. No os hagáis
mayores nunca. Aunque crezcáis, no perdáis nunca vuestra fantasía ni vuestra
imaginación. De ese modo seguiremos siempre juntos.
- ¡Prometido! -gritaron los tres niños mientras agitaban sus manos
diciendo adiós. FIN
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