CLASIFICACIÓN:
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EMOCIONES - TRISTEZA
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AUTOR:
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Pedro Pablo Sacristán
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EDAD:
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A partir de tres años
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WEBGRAFÍA
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http:www.cuentosparadormir.com
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QUE TRABAJAMOS:
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Superación y adaptación
a los cambios
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Había una vez un muelle que vivía tranquilo y seguro dentro de su
bolígrafo. Aunque oía muchas cosas procedentes del exterior, vivía creyendo que
fuera de su mundo, el bolígrafo, no había nada bueno. Sólo pensar en dejar su
bolígrafo le daba tal miedo que no le importaba pasar su vida encogiéndose y
estirándose una y otra vez en el minúsculo espacio del boli.
Pero un día, se acabó la tinta, y cuando su dueño lo fue a cambiar tuvo un
despiste. El muelle saltó por los aires y fue a parar al desagüe del lavabo, y
por ahí se perdió de vista. El muelle, aterrorizado y lamentándose de su
suerte, atravesó tuberías y tuberías, pensando siempre que aquello era su fin.
Durante el viaje por las cañerías no se atrevió a abrir los ojos de puro miedo,
sin dejar ni un momento de llorar. Arrastrado por el agua, siguió, siguió y
siguió, hasta ir a parar a un río; cuando la corriente perdió fuerza, al ver
que todo se calmaba, dejó de llorar y escuchó a su alrededor, y al oír sólo los
cantos de los pájaros y el viento en las hojas de los árboles, se animó a abrir
los ojos. Entonces pudo ver las aguas cristalinas del río, las piedras del
fondo, y los peces de colores que en él vivían y jugaban, y comprendió que el
mundo era mucho más que su pequeño bolígrafo, y que siempre había habido muchas
cosas en el exterior esperando para disfrutarlas.
Así que después de jugar un rato con los peces, fue a parar a la orilla, y
después a un campo de flores. Allí escuchó un llanto, que le llevó hasta una
preciosa flor que había sido pisada por un conejo y ya no podía estar recta. El
muelle se dio cuenta entonces de que él podía ayudar a aquella flor a
mantenerse recta, y se ofreció para ser su vestido. La flor aceptó encantada, y
así vivieron juntos y alegres. Y siempre reían al recordar la historia del
muelle, cuando pensaba que lo único que había en la vida, era ser el triste
muelle de un bolígrafo. FIN
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