CLASIFICACIÓN:
|
VALORES
- SINCERIDAD
|
AUTOR:
|
Desconocido
|
EDAD:
|
A
partir de cuatro años
|
WEBGRAFÍA
|
http://ww.encuentos.com
|
QUE
TRABAJAMOS:
|
Aprender
a decir la verdad
|
¿Te has dado cuenta, mamá? El sol va a
salir, eso significa que mi amiga Marita me va a visitar. ¡Es tan alegre!
Cuando viene a casa pareciera que el sol viene con ella.
La mamá, conociendo la razón por la cual su
hija Lucecita no podía ser como Marita, le dijo:
— Yo pienso que eso será porque Marita no
sabe mentir. ¿Sabes? Cuando se le mira a la mentira ésta viene sólo con la
intención de oscurecer a quien le da importancia, porque como es muy fea así
nomás no se deja ver; entonces, la luz que todo lo ve, como no soporta a la
mentira, se retira del corazón que no sabe apreciarla. Y esto es lo que te ha
sucedido a ti porque a veces mientes, ¿o acaso no es así?
— ¡Ah!, yo no quisiera que se vaya mi luz,
ya no voy a mentir, mamá.
— Está bien, ojala sea así, hijita.
Y, mirando el reloj, le dijo:
— Ya son las 5 de la tarde, te toca tu
remedio.
— ¡Ah!, mi remedio –dijo Lucecita, ese
remedio no me gusta.
— Pero tienes que tomarlo, hija, sino no
vas a sanar de tu resfriado, ve y tráemelo.
Lucecita, mientras se dirigía al lugar
donde se hallaba el remedio, pensó:
— ¿Y si lo escondo? Así me libraría de él y
mi mamá pensará que se ha perdido. Pero si vuelvo a mentir, quien sabe venga la
oscuridad a mi corazón. ¡Ah!, pero no me gusta el remedio.
— Mamá –le dijo–, no encuentro el remedio,
parece que se ha perdido porque lo he buscado por todos lados y no está.
La mamá, conociendo que Lucecita había
vuelto a mentir, le dijo:
— Tus ojos están caídos y tristes, ¿por qué
será?
— No lo sé –le dijo Lucecita.
— Yo sé que has vuelto a mentir. ¡Qué
pena!, porque si sigues así, la alegría que todavía se asoma por tu mirada ya
no te volverá a sonreír.
Lucecita, al ver que su mamá la había
descubierto, se dijo:
— Parece que a mi mamá no le puedo mentir,
porque por más que me esfuerzo en ocultarle las cosas, ella, como adivina, todo
me descubre. Qué vergüenza siento. Ahora, ¿qué le diré? Bueno, lo único que me
queda es traer el remedio y hacerle caso.
Y así lo hizo.
La mamá, bastante triste por lo que le
estaba sucediendo a su hija, le dijo:
— Lucecita, veo que la mentira ha empezado
a crecer en tu corazón como un gigante egoísta, que no le interesa nada más que
salir con su gusto. Fíjate, tú recién tienes 7 años, cuando seas mayor cómo
será ese gigante, y si no encuentras la solución para sacarlo de tu corazón
quien sabe ya no lo sacarás nunca, porque será de repente más astuto que tú.
Mira, si así nomás cómo te tiene, por su culpa la luz que te hacía brillar, al
ver que su cabeza fea empezaba ya asomarse por la ventana de tu corazón, salió
corriendo. ¿Y sabes por qué? Porque fuiste tú la que permitiste eso, y eso a la
luz no le gustó.
— ¡Qué pena, mamá! Y tienes razón, pero
cómo haré para que el gigante de la mentira no siga creciendo, para que no me
rinda ante sus pies.
— Bueno –le dijo la mamá–, dale la espalda,
porque si sigues así te irá quitando la fuerza de tu espíritu que ahora todavía
llevas, porque lo único que quiere es debilitarte día a día, porque él sabe que
así te manejará a su antojo. Y es más, terminará por encarcelarte, y si esto te
sucede va a ser muy triste para ti, porque te hará vivir el resto de tus días
encerrada y terminarás por parecerte a él. ¿Eso quieres?
— No, mamá, ahora me estoy imaginando que
debe ser horrorosamente feo.
— Qué bien, hija, entonces, síguete
imaginando, porque todavía muestras un rostro bonito, porque eres pequeña, y
como la luz sabe que todo lo haces con inocencia se compadece de ti, y por
momentos regresa y se vuelve a quedar contigo.
— Entonces, la inocencia es buena.
— Así es –le dijo la mamá–, es muy buena,
linda y pura, y habita en los corazones de todos los niños. Pero bueno, ¿qué
has pensado hacer? Dime, porque todavía estás a tiempo para librarte del
gigante.
Lucecita le dijo:
— No lo sé todavía. ¿Qué me aconsejas,
mamá?
— Te aconsejo que mires al cielo y le pidas
a Dios que te mande sus fuerzas.
— Pero, ¿tú crees mamá que Dios me querrá
escuchar? Como Él lo ve todo sabe que he mentido muchas veces.
— Dios es infinitamente bueno –le dijo la
mamá–, te va a escuchar, sólo quiere que lo busques con arrepentimiento de
corazón y vas a ver cómo va a compartir sus fuerzas contigo.
Lucecita, después que escuchó a su mamá,
hizo exactamente lo que le aconsejó, y mirando al cielo con el corazón ya
arrepentido, dirigiéndose a Él, le dijo:
— Dios mío, Tú lo sabes todo, y sabes que
he mentido muchas veces, pero ya no deseo seguir mintiendo, ayúdame por favor,
porque no quisiera que el gigante de la mentira me atrape, porque es tan malo
que seguramente no va a querer parar hasta dejarme sin vida. Y yo quiero vivir
alegre y feliz como mi mamá y toda mi familia.
Y mientras oraba, a Lucecita le pareció ver
que el cielo se iluminaba con el mismo resplandor, como era antes cuando
todavía no conocía a la mentira. Entonces, comenzó a apreciar con más alegría
al sol, a los árboles, a las flores y a todas las personas.
La mamá, al ver a Lucecita que se
encontraba nuevamente alegre y radiante, se dio cuenta que Lucecita había
aprendido una gran lección.
— Qué bien, Lucecita, veo que ahora la luz
de Dios siempre te acompañará a donde vayas; por lo tanto, ya no existirá nada
que te haga caer desde el lugar donde ahora te encuentras, porque con la
sonrisa que llevas, hace que yo te vea como si estuvieses viviendo en el mismo
cielo.
Y abrazándola con mucho amor, le volvió a
decir:
— Mañana seguimos conversando porque ya es
hora de dormir. Que Dios te bendiga, hijita.
Y a ti también, mamá, –le dijo Lucecita. FIN