CLASIFICACIÓN:
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EMOCIONES - TRISTEZA
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AUTOR:
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Los hermanos Grimm
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EDAD:
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De tres años
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WEBGRAFÍA
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http:educamosjuntoscuentos.blogs.com
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QUE TRABAJAMOS:
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Una persona puede ser
feliz aunque no tenga bienes materiales
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Había una vez un rey
cuya riqueza y poder eran tan inmensos, como eran de inmensas su tristeza y
desazón.
-Daré la mitad de mi
reino a quien consiga ayudarme a sanar las angustias de mis tristes noches-
dijo un día.
Quizás más interesados
en el dinero que podían conseguir que en la salud del Rey, los consejeros de la
corte decidieron ponerse en campaña y no detenerse hasta encontrar la cura para
el sufrimiento real. Desde los confines de la tierra mandaron traer a los
sabios más prestigiosos y a los magos más poderosos de entonces, para ayudarles
a encontrar el remedio buscado.
Pero todo fue en vano,
nadie sabía cómo curar al monarca.
Una tarde, finalmente,
apareció un viejo sabio que les dijo: -si encontráis en el reino un hombre
completamente feliz, podréis curar al rey. Tiene que ser alguien que se sienta
completamente satisfecho, que nada le falte y que tenga acceso a todo lo que
necesita.
-Cuando lo halléis-
siguió el anciano- pedidle su camisa y traedla a palacio. Decidle al rey que
duerma una noche entera vestido solo con esa prenda. Os aseguro que mañana
despertará curado.
Los consejeros se
abocaron de lleno y con completa dedicación a la búsqueda de un hombre feliz,
aunque ya sabían que la tarea no resultaría fácil.
En efecto, el hombre
que era rico, estaba enfermo; el que gozaba de buena salud, era pobre. Aquel,
rico y sano, se quejaba de su mujer y ésta, de sus hijos.
Todos los
entrevistados coincidían en que algo les faltaba para ser totalmente felices
aunque nunca se ponían de acuerdo en aquello que les faltaba.
Finalmente, una noche,
muy tarde, un mensajero llegó al palacio. Habían encontrado al hombre tan
interesantemente buscado. Se trataba de un humilde campesino que vivía al norte
en la zona más árida del reino. Cuando el monarca fue informado del hallazgo.
Éste se llenó de alegría e inmediatamente mandó que le trajeran la camisa de
aquel hombre, a cambio de la cual deberían darle al campesino cualquier cosa
que pidiera.
Los envidos se
presentaron a toda prisa en la casa de aquel hombre para comprarle la camisa y,
si era necesario –se decían- se la quitarían por la fuerza...
El rey tardó mucho en
sanar en sanar de su tristeza. De hecho su mal se agravó bastante cuando de que
el hombre más feliz de su reino, quizás el único totalmente feliz, era tan
pobre, tan pobre... que no tenía ni siquiera una camisa. FIN
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