CLASIFICACIÓN:
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VALORES
- ESFUERZO
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AUTOR:
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Desconocido
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EDAD:
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A
partir de tres años
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WEBGRAFÍA
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www.encuentos.com
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QUE
TRABAJAMOS:
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Ser autónomos
nos hace sentir bien
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¡Mami
tengo hambre! Se escuchó gritar desde el interior del nido. – Calma hijito, no puedo volar más rápido.
Contestó mamá gorriona mientras se
apresuraba a juntar con su pico todo el alimento que podía para sus pichones.
– ¡Es
que tengo hambre mami! volvió a decir Comodín el gorrión.
– No
entiendo porque no salís vos mismo a buscar tu alimento en vez de esperar que
te lo traigan. Lo retó Picudita, su hermana mayor, quien iba y venía en busca
de alimento para sus propios hijitos.
Comodín,
ya no era un pequeño pichón que no podía salir del nido. En realidad, era un
joven muy, pero muy perezoso. Sabía que su mamá lo consentía demasiado y que
podía pedirle toda la comida que quisiera y así no tener que levantar vuelto.
Nuestro
joven gorrión casi nunca volaba, decía que se cansaba mucho. A Comodín todo lo
cansaba, lo único que le gustaba hacer era holgazanear en el nido.
A su
padre le molestaba mucho la actitud de su hijo, pero la mamá, cometiendo un
grave error, le daba todos los gustos.
Cada
día que pasaba la situación era peor. Comodín crecía y crecía, pero seguía en
el nido como sus hermanitos menores, quienes sí realmente eran pichones a los
cuales había que alimentar en la boca.
– ¡Por
todos los cielos! ¿Hasta cuándo te quedarás en este nido? ¡Ya no hay lugar para
nadie Comodín, nos terminaremos cayendo todos! Rezongaba su papá.
El
gorrión hacía oídos sordos a lo que le decía su padre. Era cierto que cada día
ocupaba más lugar y todos estaban muy incómodos, pero a Comodín no le
importaba. Mientras estuviera en el nido, seguiría sin hacer nada y su mamá lo
seguiría alimentando como cuando era muy pequeño. Finalmente, lo que el papá
del gorrión había dicho sucedió.
Un día
el nido no soportó el peso. Había cinco pichones pequeños, Comodín que ya tenía
un tamaño considerable y los papás que iban y venían trayendo comida.
De
repente, cuando Comodín se disponía a dormir una siestita… ¡zas! Se cayó el
nido, con tanta mala suerte que rebotó en la rama del árbol y salió disparado
al aire.
En ese
viaje impensando, todos aterrizaron en diferentes lugares. Los pequeños
pichones quedaron en la copa del árbol, los padres en un árbol vecino y el
pobre comodín en otro jardín.
Con los
pequeños no hubo problemas, pues los papás volaron presurosos para rescatarlos
y colocarlos en el nido que ahora estaba en otra rama lejana a la anterior.
La
situación de Comodín era muy diferente. Había quedado en otro jardín, lejos de
su familia. Por primera vez, tendría que arreglarse sin ayuda y no sólo para
poder alimentarse, sino para reunirse nuevamente con los suyos.
–
Caramba, caramba. Decía Comodín mientras se frotaba su pancita con las plumas.
Parece que he comido demasiados cereales y semillas. Al fin y al cabo papá
tenía razón.
Lo
lógico hubiera sido que el gorrión saliese a buscar a su familia, pero se
sintió cansado de haber volado por los aires y se dispuso a dormir una siesta.
Cuando
se despertó había empezado a anochecer. Los papas habían salido a buscarlo sin
éxito, por lo que Comodín seguía en el otro jardín.
–
Bueno, será cuestión de volar y volver al nido no más. Dijo el gorrión y
comenzó a prepararse para el vuelo de retorno.
No pudo
elevarse. Su panza pesaba demasiado y las plumas estaban entumecidas por no
haberse movido en tanto tiempo.
Comodín
insistió un par de veces más, pero como de costumbre, se cansó y se tendió en el piso. Una vez más
se quedó dormido, pero su sueño esta vez no duraría demasiado.
- ¡Mira
mamá un pollito marrón! – ¿Marrón? No hay pollitos marrones hijo, dijo la mamá
gallina, quien daba un paseo con su hijo, cuando ambos encontraron a Comodín
plácidamente dormido en el pasto.
– ¡Que
es un pollito mami! Tiene plumas, tiene pico, es un pollito oscurito y muy
gordo no más.
Mamá
gallina no sabía qué hacer primero, si convencer a su pequeño hijo que el ave
que dormía en el paso no era un pollito, o despertar al gorrión que dicho sea
de paso roncaba mucho y desafinado.
Cuando
por fin lograron despertarlo, Comodín les contó lo ocurrido y cómo había
llegado hasta allí.
– Debes
volver con tu familia, estarán muy preocupados. Dijo mamá gallina.
– Si he
tratado de levantar vuelo, pero me cuesta no estoy acostumbrado.
– Te
dije mami es un pollito por eso no sabe volar. Agregó el pequeño que no
terminaba de entender.
– No
amiguito- respondió Comodín- soy un gorrión y debería poder volar, pero no lo
he hecho en tanto tiempo, que ahora se me hace realmente difícil.
El
pollito se sintió decepcionado al saber que se había equivocado, estaba
realmente convencido que nuevo amigo era un pollo hecho y derecho.
– ¿y por qué no vuelas? Preguntó mamá gallina.
– Es mucho trabajo, mucho esfuerzo. Levantar
vuelo, recorrer distancias, ir en búsqueda de comida. En fin, no es para mí.
– Pues deberás esforzarte si querés volver con
los tuyos. Le dijo muy seria la gallinita.
Así fue que Comodín decidió quedarse un tiempo
con la gallina y sus pollitos, mientras se ponía en forma para poder volar.
Los
problemas no tardaron en llegar. Comodín esperaba a que mamá gallina lo
alimentara en la boca, cosa que por supuesto nunca ocurrió. Empezó a tener que
procurarse su propio alimento. Papá gallo lo despertaba muy temprano con su canto para hacer ejercicio y bajar de peso.
Su vida, ya no era cómoda como antes.
Comodín
veía como cada uno en la familia hacía su tarea, como se ayudaban entre sí y
como cada uno también procuraba su alimento o lo que necesitara. De todos
modos, él seguía prefiriendo no hacer nada y como esa forma de vida no le
convencía, se fue.
No
tardó mucho en darse cuenta que no se puede vivir holgazaneando, que sin
esfuerzo, trabajo y voluntad nada se consigue, ni comida, ni refugio, ni volver
a su hogar.
Ya
nadie le alcanzaba el alimento, no tenía su abrigado nido donde descansar y
extrañaba a su familia.
Por
primera vez Comodín se puso a pensar cómo había llegado hasta allí. Primero le
hecho la culpa a la rama en la cual rebotó el nido, haciendo volar a la familia
por los aires. Luego se dio cuenta que, de no haber estado él allí, gordo por
no hacer nada, eso no hubiese ocurrido. Ahora estaría con su familia y no
solito y sin saber qué hacer.
Es
bueno aprender de los errores y Comodín lo hizo. Para empezar, decidió volver con
la familia de la mamá gallina, se puso a las órdenes de papá gallo, quien lo
entrenó con mucho gusto. Ayudó a los pollitos a conseguir comida, a cuidar a
los más pequeños y un montón de cosas más.
Tanto
se esforzó y trabajó que en poco tiempo estuvo en forma para volar con su
familia. Le dolió mucho despedirse de sus amigos, quienes más allá de compañía
y ayuda, le habían dado una lección que Comodín jamás olvidaría.
Cuando
su familia lo vio llegar, no podía creerlo. Comodín estaba delgado, ágil, volaba
como nunca antes y como si esto fuera poco traía el pico lleno de comida para
ofrecer a los demás.
Desde
que regresó, nuestro gorrioncito no paraba de trabajar y ofrecer su ayuda a los
demás. Ahora sabía lo que es sentir el inmenso placer de valerse por uno mismo
y había aprendido que pollito, gorrión, gallo o gallina, todos nos sentimos
mucho mejor cuando hacemos algo, que cuando no hacemos nada. FIN
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