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CLASIFICACIÓN:
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VALORES - IGUALDAD
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AUTOR:
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Mark Twain
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EDAD:
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A partir de cuatro años
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WEBGRAFÍA
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http://sinalefa2.wordpress.com
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QUE TRABAJAMOS:
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Las clases sociales
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Erase un principito curioso que quiso un día salir a pasear sin escolta. Caminando por un barrio miserable de su ciudad, descubrió a un muchacho de su estatura que era en todo exacto a él.
-Es cierto – reconoció el mendigo-. Pero yo voy
vestido de andrajos y tú te cubres de sedas y terciopelo. Sería feliz si
pudiera vestir durante un instante la ropa que llevas tú.
ntonces el príncipe, avergonzado de su riqueza,
se despojó de su traje, calzado y el collar de la Orden de la Serpiente,
cuajado de piedras preciosas.
-Eres exacto a mi – repitió el príncipe, que se
había vestido, en tanto, las ropas del mendigo. Pero en aquel momento llegó la
guardia buscando al personaje y se llevaron al mendigo vestido en aquellos
momentos con los ropajes de príncipe.
El príncipe corría detrás queriendo convencerles de su error, pero fue inútil.
El príncipe corría detrás queriendo convencerles de su error, pero fue inútil.
Contó en la ciudad quién era y le tomaron por
loco. Cansado de proclamar inútilmente su identidad, recorrió la ciudad en
busca de trabajo. Realizó las faenas más duras, por un miserable jornal. Era ya
mayor, cuando estalló la guerra con el país vecino. El príncipe, llevado del
amor a su patria, se alistó en el ejército, mientras el mendigo que ocupaba el
trono continuaba entregado a los
placeres.
Un día, en lo más arduo de la
batalla, el soldadito fue en busca del general. Con increíble audacia le hizo
saber que había dispuesto mal sus tropas y que el difunto rey, con su gran
estrategia, hubiera planeado de otro modo la batalla.
- ¿Cómo sabes tú que nuestro llorado monarca lo
hubiera hecho así?
- Porque se ocupó de enseñarme cuanto sabía. Era
mi padre.
Aquella noche moría el anciano rey y el mendigo
ocupó el trono. Lleno su corazón de rencor por la miseria en que su vida había
transcurrido, empezó a oprimir al pueblo, ansioso de riquezas. Y mientras
tanto, el verdadero príncipe, tras las verjas del palacio, esperaba que le
arrojasen un pedazo de pan.
El general, desorientado, siguió no obstante los
consejos del soldadito y pudo poner en fuga al enemigo. Luego fue en busca del
muchacho, que curaba junto al arroyo una herida que había recibido en el
hombro. Junto al cuello se destacaban tres rayitas rojas.
-Es la señal que vi en el príncipe recién nacido!
-exclamó el general.
Comprendió entonces que la persona que ocupaba el
trono no era el verdadero rey y, con su autoridad, ciñó la corona en las sienes
de su autentico dueño.
El príncipe había sufrido demasiado y sabía
perdonar. El usurpador no recibió mas castigo que el de trabajar a diario.
Cuando el pueblo alababa el arte de su rey para
gobernar y su gran generosidad él respondía: Es gracias a haber vivido y
sufrido con el pueblo por lo que hoy puedo ser un buen rey. FIN
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