sábado, junio 02, 2012

LA CENICIENTA


CLASIFICACIÓN:
EMOCIONES - ENVIDIA
AUTOR:
Charles Perrault
EDAD:
A partir de cinco años
WEBGRAFÍA
http:wwwleemeuncuento.com
QUE TRABAJAMOS:
No ser envidiosos como las hermanas de cenicienta


Había una vez hace mucho, mucho tiempo un comerciante que al quedarse viudo se casó con la mujer más orgullosa y engreída. Esta mujer tenía dos hijas que eran malas como ella. Y el comerciante tenía una hija dulce y bondadosa. Al poco tiempo de la boda el comerciante murió. Entonces, la madrastra, le dijo a la joven: -Desde ahora tú serás la encargada de fregar, barrer y hacer todas las tareas de la casa.

Así, la pobre muchacha se pasaba todo el día haciendo lo que le mandaban y cuando quería descansar se escondía junto a la chimenea. Por eso tenía su único vestido todo sucio con cenizas y sus hermanastras comenzaron a llamarla Cenicienta.

Un verano, el príncipe heredero organizó un baile e invitó a todas las jóvenes del reino. Las feas hermanastras decidían ansiosas que vestidos ponerse, mientras la pobre Cenicienta corría de un lado a otro sin poder pensar siquiera en arreglar algún viejo vestido para ir a la fiesta.

Por fin llegó el gran día. Las niñas egoístas y orgullosas partieron en un hermoso carruaje y Cenicienta corrió al patio de la casa y se puso a llorar desconsoladamente. -¿Qué te pasa?- preguntó una dulce voz. Cuando la joven la vio no pudo hablar; era su hada madrina que sabiendo lo que le pasaba quería ayudarla. -Yo haré que vayas al baile. Tráeme una calabaza y con mi varita mágica la convertiré en una magnífica carroza dorada. -Bueno, ahora nos faltan los caballos y el cochero -dijo el hada-. Pero tiró un poco de queso al suelo y enseguida aparecieron seis ratones y una rata grande. La varita mágica volvió a actuar y al momento los ratones se convirtieron en caballos y la rata en cochero.-Ahora solo nos falta el vestido- dijo la madrina.

En ese momento tocó con la varita los harapos de Cenicienta y los convirtió en un hermoso vestido. Y haciendo juego unos zapatitos de cristal como no había otros en el mundo. Antes de que partiese hacia el palacio el hada le recordó: -debes regresar antes de media noche, porque a esa hora la magia desaparecerá y todo volverá a ser como antes. -Te lo prometo madrina- dijo Cenicienta. Y partió.
Un gran revuelo se armó en el palacio cuando llegó Cenicienta. El príncipe que estaba hasta ese momento un poco aburrido quedó deslumbrado al verla y gentilmente le ofreció su mano para entrar al salón. Todos quedaron admirados y hasta la música se detuvo. Los murmullos se oían por todas partes y hasta el Rey dijo que nunca había visto una joven tan bella.

Durante toda la noche el príncipe no quiso bailar mas que con la bella desconocida que además era una ágil y graciosa bailarina.

De repente en lo mejor de la fiesta se hoyo la primer campanada de las doce. Cenicienta entretenida casi olvidó que tenía que irse y sin decir nada corrió hacia la salida dejando al príncipe en el medio del salón. Pero al bajar tan rápido las escaleras perdió un zapatito de cristal que el poco tiempo fue encontrado por el joven que había tratado de alcanzar a la dulce desconocida.

Al día siguiente el Príncipe anunció que se casaría con la joven que calzase aquel zapato. Inmediatamente un emisario lo llevó por todos los rincones del reino, pero ninguna joven conseguía calzárselo. Cuando llegó a casa de Cenicienta, las hermanas trataron de ponerse el zapatito, pero por más esfuerzos que hicieron les fue imposible meter en él sus enormes pies. -¿Y si me lo probara yo?- dijo Cenicienta. Las chicas se rieron de ella, y la madrastra la mandó a fregar. Pero el emisario insistió en probárselo y ante el asombro de todos comprobó que el zapatito calzaba sin esfuerzo.

-¡No puede ser!- exclamó la madrastra. Entonces Cenicienta sacó de su delantal el otro zapato y se lo puso. En ese momento apareció el hada, tocó con su varita las ropas de la joven y las volvió tan bellas como la otra vez. Lo que pasó luego todos lo saben. Cenicienta fue llevada al palacio, la boda se celebró poco después, y los jóvenes Príncipes fueron felices por siempre. FIN

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